Hoy todo resulta tan distinto. El ritmo de su vida parece haber alargado su sístole, y su respiración se asemeja cada vez más a una hermosa canción, susurrada por los placenteros recuerdos de un ayer no muy lejano. Febrero disfruta de nuevos paisajes, nuevas espectativas y a la vez recupera sensaciones que, sin ser novedad, le recuerdan lo feliz que se puede ser. Termina su mes homónimo y a la vez comienza a recuperar su niñez. La risa no le falta, no extraña luces inoportunas y ha endulzado un café que ya no resulta tan amargo. Tarde o temprano todos aprendemos que no es requisito indispensable la aparición de un sol luciente, para encontrarnos con nosotros mismos en lo que llegue a ser un nuevo día.
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