Un año me parece una unidad de medida demasiado grande para medir alegrías y experiencias, porque así a menudo sensaciones que podrían aportarnos mucho y quedarnos marcadas, quedan eclipsadas por otras que por hache o por be destacan más.
Hace tiempo aprendí a no hacerme propósitos en el último día (o el primero) del año, no felicitar a mi gente durante estos días, no esperar a quedar a tomar algo con mis amigos al terminar los trescientos sesenta y cinco días, en el orden que nos marca el calendario, no limitarme a disfrutar e intentar ser mejor persona en Navidad. Y os aseguro que me siento mucho más feliz queriendo a mi familia, ayudando a quien lo necesita, abrazando a mis amigos, celebrando, aprendiendo, mejorando, recordando, caminando con paso firme y en definitiva, viviendo...
...¡CADA DÍA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario